El tema de hoy es: El estado perfecto del hombre

   el-estado-perfecto-del-hombreEl tema al que hago referencia se refiere al hombre como creación y lo aclaro porque podría prestarse a malas interpretaciones y poder ser señalado de machista o algo más.

   Antes de detenerme a pensar con más detenimiento en el tema, siempre dije que el estado perfecto del hombre se daba cuando se enamoraba y decía que un hombre enamorado es capaz de llevar a cabo las más grandes proezas y los más grandes desatinos, –paradójico pero cierto desde mi punto de vista– porque el amor  algunas veces nos hace valientes y sensatos, otras, temerarios e insensatos y pasamos por el estado de verlo todo de color de rosa y pareciera que solo las cosas buenas existieran en nuestro mundo y en nuestro entorno, pero llegado el momento –que tiene que llegar—de despertar y poner los pies en tierra firme recuperando la cordura y bajados de la nube en que nos hallábamos subidos,  entender  el amor desde nuestro mundo material con sus virtudes y sus defectos, asumiendo la realidad de la vida, nos damos cuenta que estábamos equivocados y que el estar enamorados nos había apartado de la realidad y cambiado la percepción de las cosas pero nunca jamás había modificado nuestro mundo del diario vivir, si lo había hecho más placentero, pero nada más.

   Ahora bien, llegado a este punto una vez replanteadas mis creencias al respecto y apoyado en mis experiencias personales tengo que decir que… el estado perfecto del hombre es cuando toma consciencia de su parte divina y toma contacto con su espíritu, es ahí cuando llegan momentos de una felicidad inenarrable que nace en el lugar del corazón y se expande por todo el cuerpo, dándonos una sensación de plenitud y de felicidad que no podemos sentir de otra forma. Desafortunadamente, esos momentos se cuentan en segundos y de verdad que quisiéramos que fueran eternos. Esos momentos que casi siempre son fugaces, nos dicen que Dios existe, que nos tiene en cuenta y nos lo demuestra con esos pequeños momentos de poder sentir su presencia y nos dicen también que es el momento de prestar atención para ser conscientes de esos momentos que a todos nos llegan y si no nos enteramos es porque andamos perdidos por la vida, metidos de lleno en este mundo material. Entonces, creo que es el momento de tratar por todos los medios de vivir más para el espíritu, que para el mundo material y a medida que lo vayamos logrando, esos pequeños momentos de comunión con el espíritu se irán acrecentando hasta perder la noción del tiempo cuando vivimos esos episodios.

   Ya para terminar, el estado perfecto del hombre se manifiesta desde el mundo espiritual en el mundo material y tenemos que ser conscientes que al final de los días, cuando llegue el momento de partir de este mundo material, solo perdurará el mundo espiritual , por esa razón es que debemos tomar consciencia de ello y desarrollarlo a  través de nuestros actos en este mundo material en el que podemos perfeccionar nuestra vida espiritual con miras a un futuro cuando la muerte tome el control y nos lleve al tribunal de cuentas para saber si pasamos la prueba y podemos entrar de lleno al mundo espiritual o si por el contrario, reprobamos nuestro viaje por el mundo material y nos toca regresar para empezar de nuevo el camino con más dificultades, buscando el aprobado que no pudimos conseguir, dependiendo de la voluntad de cada uno para lograrlo y de si  el camino se acorta o vivimos una condena eterna que se da cuando no superamos las pruebas y reprobamos curso lo que nos lleva a empezar, reprobar, empezar, reprobar, hasta que tomemos consciencia y lo hagamos bien. En ese momento termina nuestra condena y empezamos a vivir en el mundo espiritual, llegando a la conclusión que la condenación eterna no existe porque Dios no puede condenar a sus hijos, nos condenamos nosotros mismos a través de nuestros malos actos y en esa parte no existe intervención divina, depende de cada uno lo que se dé y en ese camino estamos solo con nuestros pensamientos, con nuestros actos que son nuestras realidades.

 

 

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